22 de enero de 2013

''EL PARAÍSO ESTA DEBAJO DE LOS PIES DE LAS MADRES'''


El Islam es la única y mejor escuela que ha otorgado el más elevado y adecuado valor y posición a las madres, de modo que ha puesto bajo los pies de las madres el objetivo último y perfecto de la humanidad: el Paraíso. Es decir que el musulmán que acompaña el cumplimiento de sus deberes religiosos, con atraer la complacencia de su madre, está caminando firme por el sendero de la perfección.
A pesar de que desde el punto de vista de la legislación islámica, el padre posee la potestad (
wilaiat) antes de que el niño llegue a la madurez, e incluso, en algunos casos, después, y que la madre no tiene la tutoría (wilaiat),  en el Islam se hizo mucho más hincapié en el buen comportamiento y benevolencia que se le debe a la madre. En las siguientes dos aleyas, tras aconsejar respeto al padre y a la madre, solo se recordaron los esfuerzos y sacrificios de la madre. En la aleya 14 de la Sura Luqmân, Dios dice:

«Y recomendamos al hombre benevolencia para con sus padres. Su madre lo concibió, pena tras pena  y le destetó a los dos años. Y le dijimos: “Sé agradecido conmigo y con tus padres. ¡Soy Yo el fin de todo!”».
También, en la aleya 15 de la Sura Ahqâf, encontramos:
«Y recomendamos al hombre benevolencia para con sus padres, su madre lo lleva con pena y lo pare con dolor. Y su embarazo y su ablactación duran treinta meses...».
La madre, durante el período de embarazo y  la lactancia, soporta muchas dificultades, sacrificándose y esforzándose  para proteger la salud de su niño.
El Imam Zain-ul ‘Âbidîn (P) en “El Tratado sobre los Derechos”, dice:“El derecho de tu madre es que tú seas consciente de que te llevó donde nadie lleva a nadie, te dio el fruto de su corazón que nadie da a nadie, y te protegió con su oído, su vista, sus manos, sus pies, su cabello, su alegría, y con todos los miembros de su cuerpo, sintiéndose jubilosa y alegre por ello, poniendo total atención y cuidado, y tolerando molestias, sufrimientos, incomodidad y aflicción hasta que tu fuerza la apartó de ti y te dispuso sobre la tierra. Ella se sentía complacida si estabas saciado aún teniendo ella hambre, si estabas vestido aunque ella estuviera desnuda, si estabas ahíto de bebida aún teniendo ella sed, si estabas a la sombra aún estando ella expuesta al sol. Te infundía bienestar aún en su desgracia, te deleitaba procurándote un buen sueño aún en su desvelo. Sus entrañas fueron para ti un recipiente, y su regazo un cobertor. Sus pechos fueron tu abrevadero, y todo su ser una protección para ti. Soportó y te protegió del calor y del frío de este mundo. Debes agradecerle por todo eso, pero no serás capaz de hacerlo sino a través de la ayuda de Allah”.
«¡Oh Señor mío!, inspírame para agradecerte las mercedes con que me agraciaste a mí y a mis padres» (46; 15)